Best Styles x Behavioural Finance

La trampa de lo simple

Por qué lo simple no siempre es lo mejor

En los dos primeros artículos de esta serie, acompañamos a nuestros dos ángeles del pensamiento, el “ángel racional” y el “ángel instintivo”, mientras lidiaban con sesgos emocionales y los límites del conocimiento. Hoy seguimos reflexionando, centrándonos en cómo nuestro cerebro tiende a simplificar y agilizar la información que recibe, y cómo esa simplificación puede llevar al ángel instintivo a caer en el autoengaño.

En esencia, nuestro cerebro está diseñado para simplificar, agilizar y resumir la enorme cantidad de información sensorial que recibe a cada instante. Nuestro ángel instintivo se mantiene ocupado regulando la temperatura corporal, moviendo músculos y tendones para que podamos caminar hasta el supermercado, y coordinando nuestros dedos para recoger con delicadeza el último grano de arroz con los palillos… o ese rebelde guisante que se resiste a subirse al tenedor.

La información sensorial que el cerebro ha aprendido a interpretar desde hace mucho tiempo, por supuesto, se procesa más rápido y se convierte en la opción preferida. Por eso, un europeo suele tener dificultades al usar palillos cuando los descubre por primera vez ya de adulto.

Este proceso de evaluar, retener y descartar se aplica, naturalmente, a toda la información que recibimos. La información familiar, como un texto en nuestra lengua materna, los nombres de los jugadores de nuestro equipo favorito o el trayecto diario en coche de casa al trabajo, se procesa de forma rápida e instintiva. En cambio, lo desconocido o inesperado, como un idioma con otro alfabeto, las reglas enrevesadas de un deporte ajeno o un desvío inesperado en la carretera, exige un esfuerzo cognitivo extra. Y como nuestro cerebro tiende a priorizar la eficiencia (o, dicho de otro modo, la pereza), intentará evitar tener que procesar ese tipo de información y volver a lo conocido.

En este artículo, veremos cómo esta simplificación puede llevarnos a tomar decisiones poco acertadas, tanto en la vida cotidiana como en el mundo de las inversiones, y cómo la estrategia Best Styles logra evitar estos errores.

El hogar como activo emocional: Encuadre y sesgo a la inversión local

El cerebro humano es una criatura de hábitos. No hay nada que le guste más que la comodidad del hogar. Esto no significa que no sienta curiosidad de vez en cuando: unas vacaciones en Tailandia o Venecia pueden aportar un momento de emoción, al igual que un plato de barbacoa coreana o un falafel libanés. Pero, en general, prefiere el entorno familiar: la familia, la ciudad natal, el país de origen. Esta tendencia también se refleja en nuestros patrones de consumo, especialmente cuando hay grandes sumas de dinero en juego.

Por eso, no debería sorprendernos que los consumidores prefieran marcas de automóviles originarias de su propio país, a pesar de la competitividad global del sector automovilístico. Los consumidores alemanes tienden a mantenerse fieles a fabricantes como Volkswagen Group, Mercedes y BMW; los franceses se inclinan por Renault y Peugeot; los italianos por Fiat; y los suecos por Volvo. Se observan patrones similares en Japón, Corea y Estados Unidos. Aunque podría argumentarse que las marcas con presencia local conocen mejor a sus clientes y, por tanto, pueden responder mejor a sus gustos particulares, el sesgo doméstico (home bias) también desempeña un papel importante. De hecho, en países que no cuentan con una marca de automóviles consolidada, los consumidores tienden a sentirse atraídos por una mayor variedad de vehículos. En Polonia, por ejemplo, Toyota es la marca dominante, mientras que Fiat y Volkswagen son populares en Brasil.

Un fenómeno similar se observa en el sector de las aerolíneas, donde las compañías de bandera (las antiguas aerolíneas nacionales) conservan cierto grado de lealtad entre los pasajeros de sus respectivos países, a pesar de que existen alternativas más económicas.

El sesgo doméstico (home bias) es también una característica bien conocida entre los inversores, y forma parte de un sesgo más amplio, el de encuadre (framing). Dado el volumen abrumador de datos en los mercados financieros, los inversores tienden a aferrarse a aquellos mercados que conocen mejor: su mercado local. Al considerar el universo de inversión desde su encuadre se refugian en la supuesta seguridad de las acciones y otros instrumentos financieros de los que más oyen hablar en las noticias. Un estudio de Barclays realizado en 2023 estimó que las acciones de Reino Unido representaban aproximadamente el 25% de la asignación de los inversores británicos, a pesar de que el mercado británico solo representa el 4% de la capitalización bursátil global. (Fuente: Overcoming home bias when investing | Barclays Private Bank). 

La familiaridad no es el único motivo por el que los inversores prefieren quedarse cerca de casa. El riesgo de tipo de cambio no debe subestimarse (aunque mantener una posición excesiva en la propia divisa también conlleva sus propios riesgos), y la percepción de inestabilidad política en mercados extranjeros puede reducir el interés por invertir en economías emergentes. Sin embargo, el sesgo doméstico (home bias) y otros sesgos cognitivos relacionados con el encuadre limitan el conjunto de oportunidades disponibles para los inversores y restringen sus posibilidades de diversificación, lo que puede perjudicarles a largo plazo.

No todos los números importan: los peligros del sesgo de anclaje

Imagina que invitas a tu pareja, a un buen amigo o a un cliente importante a cenar en un restaurante muy conocido. El primer plato que ves en la carta, destacado en negrita como “especialidad de la casa”, es una carne de wagyu por 120 euros. De repente, la ensalada de productos locales por 55 euros parece una opción bastante atractiva. Lo mismo ocurre con la carta de vinos, que ofrece botellas desde 15 euros hasta más de 1.000. Aunque la ocasión no justifique el vino más caro de la lista, tampoco quieres parecer tacaño, así que acabas eligiendo una botella en el tramo medio de precios.

En ambos casos, el restaurante puede haber anclado cuidadosamente tus expectativas, colocando de forma estratégica los artículos más caros en lugares destacados, estableciendo así una referencia inicial y haciendo que el resto de las opciones parezcan relativamente más baratas. Al fin y al cabo, en otro contexto, una ensalada de 55 euros podría parecerte un disparate, pero comparada con la carne de wagyu, casi parece una ganga. El restaurante sabe perfectamente que pocos clientes pedirán ese plato de carne, y que será la ensalada la que realmente le haga ganar dinero. La carta de vinos emplea un truco similar, pero por partida doble: ancla el límite superior con los vinos más exclusivos, y el inferior con el más barato, sabiendo que, en la mayoría de los casos, alguien del grupo será el encargado de elegir el vino, y no querrá parecer demasiado tacaño.

El sesgo de anclaje también está muy presente en el mundo de las finanzas. Los números redondos, por ejemplo, suelen acaparar titulares: “El DAX superó los 24.000 puntos en mayo de 2025; Nvidia se convirtió en la primera empresa en superar los 4 billones de dólares de capitalización bursátil en julio de 2025”. En realidad, el nivel de 24.000 no debería ser más relevante para un inversor del DAX que el de 24.100 o 23.900. Tampoco es especialmente significativo el titular sobre los 4 billones de Nvidia, si se tiene en cuenta la pérdida de poder adquisitivo del dólar (y de otras divisas) en las últimas décadas. Como mínimo, los inversores deberían considerar cifras ajustadas por inflación al comparar récords actuales de capitalización con los del pasado. Sin embargo, estas y otras noticias similares captan la atención de los inversores, y pueden llevar a que su intuición saque conclusiones simplistas sobre los mercados financieros, sin tomarse la molestia de analizar el conjunto completo de datos relevantes.

Dominar la complejidad: cómo Best Styles evita los sesgos de encuadre y de anclaje

Best Styles es una solución sistemática de renta variable que construye carteras en función de un índice de referencia, como el MSCI World Index en el caso de la estrategia Best Styles Global Equity. Se basa en un proceso disciplinado en el que no hay una desviación significativa respecto de las ponderaciones regionales y sectoriales del índice, si bien la asignación de activos se va ajustando con el tiempo en función del comportamiento del mercado en general.

De este modo, evitamos el sesgo doméstico (home bias) y también la preferencia por ciertos sectores, una especie de “hábitat natural” que algunos inversores fundamentales pueden tener. Además, lanzamos una “red grande” cuando buscamos oportunidades de inversión: contamos con datos de más de 30.000 acciones en nuestros sistemas. Aunque muchas de ellas no serán elegibles para carteras concretas, en general consideramos muchas más acciones que las que forman parte del índice de referencia.

Tanto la amplitud del universo de inversión, como la orientación a las ponderaciones regionales y sectoriales del mercado, permiten un alto grado de diversificación. Además, evaluamos las acciones según distintos estilos de inversión, y lo hacemos de forma objetiva. Por ejemplo, no “encasillamos” una acción como Value o Growth, sino que tenemos en cuenta todas sus características de forma simultánea. En nuestras carteras buscamos una mayor exposición a estilos de inversión complementarios, lo que añade un nivel adicional, y más importante, de diversificación.

Al evaluar compañías prestamos especial atención a la calidad de los datos y a la comparabilidad de la información relevante. Clasificamos las acciones en función de estos criterios, por lo que nuestra evaluación es siempre relativa, sin centrarnos en cifras absolutas. Nuestro objetivo es construir una cartera más atractiva que el mercado en general, representado por el índice de referencia, que actúa como nuestro “ancla”, una referencia que, por naturaleza, evoluciona con el mercado.

Gracias a la capacidad de la que disponen nuestros sistemas, no necesitamos recurrir a simplificaciones ni atajos para acelerar el procesamiento o la toma de decisiones. Esto no significa que dejemos de aplicar nuestros modelos con efectividad o que podamos desperdiciar recursos, pero sí nos permite una escalabilidad que el cerebro humano no puede alcanzar. Una vez desplegado el modelo, no hay más atajos posibles.

En conjunto, un enfoque sistemático como el de Best Styles es menos susceptible a los sesgos conductuales humanos que pueden influir negativamente en las decisiones de inversión El proceso es complejo, aunque es posible controlar los sesgos presentes en los datos. Pero también es importante reconocer que ningún enfoque sistemático puede capturar todos los factores que mueven el mercado, y que la responsabilidad del gestor humano sigue siendo la última garantía para el inversor.

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